Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Mujeres e Indigenismo

(C) Adelaida Sagarra Gamazo



Comentario

Muerto el Rey Fernando en enero de 1516, fray Francisco Jiménez de Cisneros -como regente hasta la llegada del joven Rey Carlos- planificó una Reforma Indiana que ejecutarían unos religiosos como Comisarios Regios entre 1516-1518. Se decidió así por los Padres Jerónimos: el General de la Orden, que vivía en el Monasterio de Lupiana, en Guadalajara, se resistió a una petición tan inusual. Pero al final aceptó la propuesta del Cardenal en la reunión celebrada en el monasterio de San Jerónimo el Real de Madrid, donde se escogieron a los tres priores mencionados. Los Jerónimos recibieron el 18 de septiembre de 1516 las "Instrucciones para el Gobierno y reforma de las Indias" que sintetizaban el planteamiento reformador de Indias del Cardenal Cisneros. Al llegar a Santo Domingo tendrían que reunirse con los representantes de los pobladores y los indios -por separado- para conocer la realidad. Luego, aplicando el sentido común debían aplicar los tres posibles "remedios" diseñados por fray Francisco y fray Bartolomé.


Retrato del cardenal Cisneros

Retrato del cardenal Cisneros




El primero de ellos era llamado "Remedio de poblados indígenas con autonomía tutelada". Los indios serían libres de vivir en sus pueblos, gobernados por sus caciques. Tendrían derecho a lo que produjeran, aunque entregando una parte a la Real Hacienda. Los españoles administrarían los pueblos comprándoles a los naturales lo que necesitaran. Aquellos pobladores españoles que fueran desposeídos de sus encomiendas serían indemnizados, gozarían de facilidades para extraer oro, podrían dedicarse a traficar esclavos Caribes, o podrían irse a Tierra Firme, donde hacían falta pobladores. El segundo principio era el "Remedio de concentración en poblados de autonomía compartida" que consistía en concentrar a los indios en pueblos de unos 300 vecinos -con calles, plaza, iglesia, hospital y casa del cacique- gobernados por sus caciques -se preferiría al cacique consorte, es decir, al español casado con cacica, a quien ayudarían un sacerdote y un administrador, encargados de varios pueblos: el primero se dedicaría a la evangelización y administración de los Sacramentos; el segundo, vigilaría la economía, el orden y "policía". Era el cacique quien establecía turnos laborales cada dos meses para una tercera parte de los varones comprendidos entre 20 y 50 años, que trabajarían en los lavaderos de oro de sol a sol, con tres horas de descanso a mediodía. El oro extraído se dividiría en tres partes; un tercio para el Rey y los dos tercios restantes para el cacique y los indios. Los varones libres de turno y el resto de la población trabajaría en los conucos o cultivos de yuca mandioca y haciendas y en los hatos de ganado que suministrarían carne a los pobladores. Por último, quedaba una tercera posibilidad: el "Remedio de sostenimiento del sistema de encomienda" mantendría la encomienda, pero cumpliendo las Leyes de Burgos. Se recomendaba especialmente cuidar a los indios como hombres libres, evangelizarlos, imponerles un trabajo moderado, alimentarles adecuadamente, no cargarles con pesos excesivos, etc. Los Jerónimos fueron recibidos en la isla y trataron de ejecutar la utopía, que no pasó de ser eso, un proyecto irrealizable, porque en las Antillas había concluido lo que se suele denominar el "ciclo de oro" y habían empezado el del azúcar. La caña, traída por los españoles desde las Islas Canarias, prendió muy bien en las islas y en seguida, a impulso de Fonseca y funcionarios reales empezaron a multiplicarse los pequeños ingenios o trapiches para refinar el azúcar. Desde el punto de vista económico fue un momento de expansión; desde la perspectiva demográfica significó algo terrible: los pobladores ya no demandaban mano de obra indígena, sino esclavos negros. Al propio Padre Las Casas le pareció una buena idea: los africanos eran más fuertes que los indios.